martes, 14 de abril de 2009

Salir por la noche

Salir los fines de semana es la forma que tienen algunos de liberar las tensiones causadas por el trabajo o los estudios que se han ido acumulando a lo largo de la semana. Estas salidas nocturnas se dividen en varias fases claramente diferenciadas, y que procedo a analizar una por una.

La hora estipulada para aventurarse en la noche entra en conflicto con nuestras costumbres diarias de sueño. Hacia las doce de la noche el organismo comienza labores de sugestión para que la mente sucumba a la apetitosa tentación de meterse en la cama, y evitar todo lo que conlleva abandonar el hogar a horas tan intempestivas. Para colmo, el que por suerte (comida caliente, ropa limpia e innumerables comodidades) o por desgracia (férreo control de actividades) vive en el feudo paterno tiene que hacer frente con resignación a la sorprendida reacción de su padre, probablemente ya en pijama y a punto de abandonarse al sueño, ante la inminente salida de casa de su hijo: "¿Ahora te vas?¡Si ya es la hora de volver!".

Una vez fuera de casa y camino al lugar de encuentro la cosa mejora. Nos dirigimos a la primera fase de la noche: El botellón.

El botellón es un fenómeno relativamente nuevo, y que como todo en la vida, tiene sus pros y sus contras. Se podría contemplar como una congregación de jóvenes que se reúnen para compartir vivencias y tratar temas de los más variopintos al calor de una botella de ron. Una reunión que evoca el tan denostado placer de la comunicación oral en detrimento de tuenti, messenger y otros aparatos de atontamiento a los que estamos acostumbrados. Otro aspecto positivo es el fomento del trabajo en equipo. Los botelloneros se reúnen formando grupos organizados y con una clara división de tareas (vasos, hielo, refresco, alcohol). El alcohol es sólo una excusa para que la juventud se reúna y se relacione. Pero como cada rosa tiene espina, hay que tener en cuenta que la anteriormente mencionada ingesta de alcohol no suele provocar conductas civilizadas en los humanos, más bien lo contrario.
Lo que en un principio parece una reunión de lo más formal, a las dos horas se ha convertido en una pocilga bañada por los regueros de orín y vómitos (Quizás esté exagerando un poco pero a veces es así). El cóctel de alcohol y Coca-Cola pone de manifiesto que las vejigas tienen fondo y que a veces necesitan vaciarse con urgencia. Teniendo en cuenta que hay gente a la que le gusta pelear cuando el alcohol le ha llegado a la sangre podemos comprobar como el ídilico lugar de esparcimiento social de los jóvenes se ha convertido en poco tiempo en un infierno del que hay que escapar. ¿A dónde? A un sitio lleno de humo en el que ponen una música horrible. Va a ser peor el remedio que la enfermedad.

En este estadio de la noche nos encontramos a una figura que merece un lugar especial en este modesto análisis, sobre todo porque de él (aún no he visto a ninguna chica) depende que la aventura continúe o que nos vayamos a la cama: Los porteros de discoteca. No creo que le gusten a nadie. Los que se hacen amigos suyos lo hacen simplemente para poder entrar en el sitio cuando les apetezca, pero en realidad les dan asco. Los porteros de discoteca suelen ser grandes y corpulentos, elegidos para intimidar al que se le ocurra llevarles la contraria. Supongo que han llegado a creerse dioses por el simple hecho de tener la última palabra sobre si un borracho entra o no en un tugurio, y por esto, hacen gala de su chulería y prepotencia, sin darse cuenta de que realmente tienen un trabajo de mierda (Claro que nadie se atreve a decírselo). El hecho de no proseguir con la "diversión" nocturna por que un a ente mononeuronal con aires de grandeza no le apetezca supone un gran desánimo para algunos. Sólo queda la vuelta a casa, los malabares con la llave que no entra en la cerradura, y la resaca...

Y llegará el siguiente fin de semana y alguno te vendrá exaltado: "¡Hoy se sale!"

4 comentarios:

  1. Salir, beber, el rollo de siempre!

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  2. A mi la verdad es que me gusta bastante las charlas botelloneras, sobretodo cuando el alcohol comienza ha hacer efecto. Pero por otro lado, lo que más odio es cuando comienzo a hacerme "pis", es horrible porque hay colas enormes en esas cajas de plástico que hay en el paseo, y que tratan de imitar un WC. Aunque en realidad no entiendo muy bien su función ya que al final tus necesidades acaban en el mismo sitio, ya lo hagas dentro o fuera de la caja...el suelo.

    un saludito!

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  3. Eres joven y hoy toca fiesta. Tienes que pasártelo bien, sí señor. Y tienes que ir con gente. Y la gente va ‘de marcha’, así que tú también.

    Arréglate, quédate varias horas en la calle, pasa frío, fuma, bebe, vomita, genera basura.

    A las cuatro de la madrugada ve a un local, haz cola, paga 7€ por entrar y una bebida (petróleo?), baila al ritmo de música comercial prefabricada con letras sexistas sobre un suelo pegajoso y entre cuerpos sudados y apelotonados que pierden el equilibrio, en una atmósfera inundada por el calor y el humo del tabaco y los porros y una oscuridad salpicada por los destellos epilépticos de los focos. De vez en cuando pides otra copa más gastándote un dineral. Llegas a tu casa y te acuestas a la hora a la que tu padre sale a trabajar, te levantas con resaca y jaqueca y desayunas después de la hora de almorzar. Ha sido una gran noche. O no.

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  4. Sabio análisis de una salida nocturna, te ha faltado analizar las caídas en fatiga a la hora de intentar ligar borracho y la vuelta a casa esquivando entes destructivos que te pueden buscar una ruina.
    Uff, cuántos análisis pesimístas veo entre todos... pero algo bueno tendrá el salir cuando es un arte que todos practicamos una y otra vez...
    Pd: ojalá fuera al menos petróleo el agua sucia que nos echan en las discotecas, por llamarlo de alguna manera.

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