lunes, 31 de mayo de 2010

Patatas con mostaza

Visto en Enciende la luz

Patatas con mostaza

Patatas con mostaza es otro corto realizado para la misma asignatura. Ésta vez realizado además por mis compañeros de clase y sin embargo amigos Anita Corti y Pedro Villena. Fue rodado a toma por plano, es decir que lo grabamos en un par de horas, aún así la calidad del corto es alta debido a la gran actuación de Rafa Teruel: amigo, estudiante de derecho, jugador de rugby y actor en potencia. El corto, de humor difícil y subtitulado para el público internacional, nace de una idea/chorrada de Pedro Villena y de paso homenajea a uno de nuestros referentes: Tarantino y a su obra maestra: Pulp Fiction. El diálogo que parodiamos es recordado por todos los que hemos visto la película, pero si eres uno de los que no ha tenido el placer, ésta es la conversación:

Y he aquí nuestro engendro

viernes, 27 de noviembre de 2009

Lolita

La vida de Humbert Humbert, viudo, reservado y docto profesor de universidad con una existencia presumiblemente monótona podría haber seguido un curso normal si no hubiera decidido visitar la casa de la señora Haze para buscar alojamiento en Ramsdale, New Hampshire. Por fortuna o por desgracia, la hija de la señora Haze resulta ser una ninfa pre-adolescente de bucles dorados y atrayente figura, algo que podemos ver reflejado en la expresión de la cara de Humbert al observarla por vez primera en el jardín de su casa. Una visión que despierta en el profesor sensaciones contradictorias. Comenzará entonces una ardua lucha interior entre el condicionamiento social que le inhibe de lanzarse hacia ella y la inevitable atracción que aún así consigue esconder a duras penas.

El maestro Kubrick se desliza con soltura por una historia sobre la obsesión sexual y cómo ésta puede derivarse en otros desórdenes, que acabarán por mermar psicológicamente la amueblada cabeza de un hombre cultivado, consciente de la aberración social que suponen sus pensamientos libidinosos; un tabú que intenta evitar auto-proclamándose nueva figura paterna de la joven, aunque el espectador percibe una mirada en los ojos del profesor distinta de la que un padre dedicaría a su hija.

La siempre difícil combinación de géneros se ejecuta en Lolita con magistral armonía, añadiendo detalles cómicos a una auténtica tragedia (incluso con un guiño a la "Slapstick comedy"), conformando un film sólido y equilibrado. Una adaptación cinematográfica muy personal, como lo eran todos los trabajos de Kubrick, y en definitiva, un cuento sin moraleja alguna ya que todo deriva de lo fortuito hasta converger en lo ineludible y nefasto.

domingo, 18 de octubre de 2009

Ágora: lecciones de astrología y fanatismo

Ágora es un ejemplo de cómo el devenir de la historia siempre ha estado inevitablemente ligado a la existencia y proliferación de las religiones. En los albores del fin del imperio romano, Amenábar nos traslada a Alejandría, un reducto en el que el pensamiento científico resiste a duras penas los embites del fanatismo religioso y su alergia al progreso. Lo que presenciamos no es una crítica abierta al cristianismo -siglos antes eran los cristianos los perseguidos por las autoridades politeístas y devorados por leones en la arena del coliseo-, sino una representación de la barbarie que provoca la utilización de las creencias como arma arrojadiza, y la tergiversación e interpretación interesada de los escritos religiosos para oprimir al prójimo y llegar a ostentar el poder. La religión es el pretexto utilizado para la opresión, pero quizás si no existiera credo alguno, la naturaleza humana buscaría algún subterfugio con el cuál derrocar a la autoridad vigente para ocupar su lugar. Cualquier excusa es buena para criminalizar y desatar el caos.

Alejandro Amenábar muestra el cúlmen del integrismo irracional y devastador en la destrucción de la biblioteca de Alejandría por parte de una turba enajenada de cristianos, mostrando así la obediencia ciega con la que el rebaño brinda a su pastor. Así ardió la sabiduría conservada en cápsulas y concentrada en un único edificio, para beneficio de la autoridad religiosa a la que le privilegiaba el mantenimiento de los cánones; un inmovilismo que se asemeja a la quietud que presenta la impronta de las escrituras bíblicas. Recelosos del progreso -y de que enuncie verdades irrefutables-, prefieren oponerse a él y sumir a sus súbditos en un régimen de terror y sumisión a través de la fe.
Y allí se encontraba Hipatia, una científica adelantada a su tiempo que, por el hecho de tener como único credo el científico, era susceptible de ser considerada una bruja impía, sucia y pagana. Ser mujer era además un agravante de su mala condición. Habría así de luchar por sus principios, e investigar hasta la saciedad en un contexto que le era adverso, rodeada de un vulgo azotado por la miseria, las enfermedades y en una permanente carestía de vida. En un tiempo en el que la muerte estaba presente y acechaba contínuamente, el modo de enfrentarse a ella, y por tanto la religión, eran de una importancia capital, de esta manera, las gentes eran fácilmente manipulables por sus autoridades religiosas. No se sometió Hipatia a ellas, y así narra Amenábar su lucha y su pasión por la filosofía, la ciencia y la verdad.
Lamentablemente, han pasado 1600 años y existen lugares en el mundo donde la religión sigue siendo la ley, tal y como lo fue antaño. Lo que se relata en Ágora no es solo cosa del pasado, pero puede ser considerado como una invitación al progreso y a la tolerancia entre las diferentes creencias, algo que estas autoridades nunca se avienen a considerar.
La recreación de la Alejandría es una maravilla, y la ambientación es exquisita. Un largometraje dirigido con maestría y en definitiva, la historia de una mujer que merece ser contada.

martes, 22 de septiembre de 2009

El último superviviente

Se me ha ocurrido hacer un comentario sobre este programa que emite Cuatro a raíz de su incipiente popularidad. Supongo que estaréis pensando que pretendo instigar el tan manido debate sobre la veracidad de las hazañas del fibroso marine británico; nada más lejos de la realidad. Está muy claro que es televisión, y que yo sepa, no murió nadie en el rodaje de Gladiator. El especialista no se encuentra solo en las peliagudas situaciones en las que se compromete a enseñarnos como sobrevivir cuando las condiciones son más que adversas. Los cámaras, médicos, y en definitva, un equipo al completo está para evitar que sus penurias se tornen en graves problemas que puedan afectar a su salud. No creo que haya que seguir por ahí.

La cuestión no son tampoco las intenciones de los creadores y productores, y las del protagonista de todo esto - Bear Grylls se llama-, de enseñarnos a superar situaciones extremas a base de consejos que Grylls se encarga de poner en práctica antes las cámaras. Lo que a mí me parece curioso de todo es la estructura del espacio, es decir, cómo está enfocado, y también las sensaciones que me produce.

Una voz en off, muy parecida a la de los documentales de la2 sirve de hilo conductor a las hazañas de este action man inglés, imprimiendo de esta manera un tono de circunspección y solemnidad que puede que sea el que buscan los productores. Podría decirse que se pretende que el producto parezca algo más cultural de lo que realmente es. Claro que son útiles consejos ante la eventualidad de quedarnos abandonados en un desierto australiano, pero no es lo más común. Si se hiciera un espacio dedicado íntegramente a la práctica de primeros auxilios, sin medias tintas, probablemente no tendría una audiencia desorbitada, o no la tendría de ninguna manera. ¿Qué hace triunfar a Bear Grylls? El morbo, o al menos eso creo yo. No me digáis que no estáis esperando impacientes a ver que se lleva a la boca cuando el hambre le obliga a rebajarse hasta el punto de comerse un escorpión. Lo he visto alimentarse de una cebra de la que ya habían dado buena cuenta con anterioridad leones y cuervos.

¿Morbo o interés por la supervivencia extrema?

sábado, 5 de septiembre de 2009

Situación social comprometida 2 (el desenlace)

Viene de la entrada anterior: Situación social comprometida 1

Jesús seguía asombrado el devenir de la cena. No se había dado cuenta de que el hecho de observar continuamente el comportamiento de Jaime le hacía distanciarse del grupo. En su extraño periplo mental, paralelo a la cena, había llegado a tener pensamientos en los que Jaime, tras ganarse el favor de sus amigos de la universidad, formaba junto a ellos un compacto grupo en el que por supuesto él no era bienvenido.

Se sacudió la paranoia con un meneo craneal y volvió a echar un vistazo global a la mesa, convencido de que debía ser algún tipo de guardia de seguridad del decoro de su controvertido amigo.

De repente una especie de temblor le sobresaltó; hizo el recorrido desde las plantas de sus pies hasta su cabeza y se trasladó a la estancia en la que se encontraban. Los cimientos del edificio comenzaron a temblar y Jesús sintió que se resquebrajaban y que pronto todo se vendría abajo. Sólo era la vibración del móvil en su bolsillo: le estaban llamando.

Era Paco, el clásico compañero de clase que es difícil ver fuera de la facultad, a no ser que sea para asistir a alguna conferencia en la que pueda adquirir algún que otro crédito de libre configuración. El motivo de su llamada era disculparse por su ausencia. Jesús y Paco mantuvieron una corta conversación llena de monosílabos hasta que se quedaron sin nada que decir. Fue en ese preciso momento en el que, en vez de encaminar la insulsa interacción telefónica hacia un final pactado y deseado por ambas partes, Paco decidió hacer una última pregunta a Jesús: "¿Quién está ahí?" ¿Querría realmente el alumno ausente saber los nombres de cada uno de los colegas a los que había plantado? Puede que sí, por mera curiosidad, o puede que simplemente lo dijera por cortesía. Una vez más, la cortesía iba a suponer un problema para un Jesús que se las prometía ya muy felices.

Casi de memoria, Jesús comenzó a recitar los nombres de los que allí se encontraban, hasta que, dos nombres antes de acabar la revista, se percató de que Jaime estaba allí. Paco no conocía a su amigo Jaime, así que tendría que referirse a él como "otro más", pero, ¿se molestaría Jaime al recibir un apelativo tan vulgar? ¿No se sentiría ninguneado? A nadie le gusta que se refieran a él como "otro más", sin identidad, y por tanto, sin interés. ¿Qué le costaría nombrarlo, aún sabiendo que la persona que se encontraba al otro lado del teléfono no iba a saber a quién se refería? Así se resguardaba de ofender a Jaime, que parecía estar pasándolo bien. Aunque existía la posibilidad de que la estupefacción de Paco al oír un nombre desconocido le llevara a indagar sobre su identidad; esto sin duda provocaría que Jesús tuviera que responder, explicando quién era Jaime, mientras todo el mundo escuchaba. ¿Qué podría decir? La situación sería más embarazosa, si cabe.

Jesús callaba. Su mente divagaba. Miles de pensamientos se entrecruzaban, viajando de un lado para otro, atormentándole a cada momento. Por suerte, se había producido una disociación del espacio-temporal que convertía la duración de un segundo en la de una hora. Sólo el aleteo de una mariposa, el cuál, en tal situación era audible y visualmente atrayente, separaba ahora a Jesús y Jaime. ¿Estaría realmente esa mariposa provocando un terremoto en Asia? A quién coño le importaba; lo que estaba ocurriendo allí era mucho más importante. Jaime miraba a Jesús con una mirada cómplice, esperando un claro desenlace, ése que le agradaría. Por desgracia, Jesús no tenía ni idea de lo que su, probablemente ex-amigo, quería que hiciese en ese momento.

Se le acababa el tiempo, tenía que decir algo. ¿Y si no decía nada? ¿Considerarlo invisible no sería aún peor? ¿Y si le colgaba? No. Ya había empezado a recitar nombres. ¿Y si se suicidaba con un cuchillo de la pizzería? No. No cortan lo suficiente.

"...Jorge, Ángel, y... Jaime, igual lo conoces, no está en nuestra clase pero bueno, es buena gente".

lunes, 31 de agosto de 2009

Situación social comprometida 1

Una ciudad cualquiera, en un verano como cualquier otro. El sol se retiraba fatigado tras una larga jornada de trabajo, y Jaime lo observaba meditabundo y aburrido. ¿Cuánto tiempo llevaba sin tratar con seres de su misma especie? Esta reflexión encauzó sus pensamientos hacia terreno vedado. Había jurado y perjurado que no volvería a planteárselo, bajo ningún concepto. Aún así, lo hizo. Empezó a sopesar una proposición que cuatro horas antes, ante la remota posibilidad de que apareciese cualquier otra forma de pasar el tiempo, había rechazado categóricamente: salir a cenar con Jesús y sus amigos. Ahora las perspectivas eran diferentes para el joven. Frustrados sus intentos de fabricar alguna otra distracción mejor, Jaime comenzaba a sentir que los muros, recalentados por el asfixiante calor que les había azotado durante todo el día, avanzaban hacia él, ahogándole poco a poco, con una imperceptible progresión que no tardaría en trastornarlo. Era hora de salir de casa.

Jaime siempre se había llevado bien con Jesús, pero no terminaban de agradarle sus nuevos amigos. Quizás recelaba -aunque él mismo quisiera auto-convencerse de lo contrario-, de que sus nuevas compañías no fuesen, simplemente, las antiguas. Aún así, había hecho algún eventual esfuerzo por conocerles, sin que sus buenas intenciones le llevaran nunca por la senda del éxito social.

Jesús recibió con sorpresa la noticia de la comparecencia de un nuevo comensal en la cena. Estupefacción y dudas. Sólo había puesto al corriente a su amigo sobre el plan por cortesía; porque en ese momento no tenía nada que decir y le vino a la mente su plan de la noche y, sobre todo; porque tras las anteriores experiencias de Jaime con sus compañeros de la universidad, la simple idea de que accediese a encontrarse de nuevo con ellos era un tanto absurda. Jesús se maldijo al colgar el teléfono. La cena se antojaba incómoda, y todo por culpa de su metedura de pata.

Para Jesús las sorpresas no venían solas. Todo transcurría bien. No sólo bien, la verdad es que el trámite se estaba resolviendo de maravilla. Jaime se estaba convirtiendo en el alma de la fiesta. Hablaba con todos sus amigos, se comunicaba con fluidez, escuchaba con interés, gesticulaba, se encontraba seguro de sí mismo, a fin de cuentas: estaba desconocido. Ni siquiera los temas sobre la universidad, tan evidentes y recurrentes entre compañeros de clase, achantaban al nuevo Jaime. En lugar de hacer lo que tiempo atrás había hecho ante esta situación, esta vez evitaba distanciarse del grupo, integrándose de cualquier manera en los enrevesados asuntos universitarios que se trataban en la mesa.

¿Qué podría echar por tierra tan sobresaliente velada?

miércoles, 12 de agosto de 2009

The kids are allright

Tiempos aciagos nos ha tocado vivir.

Una crisis económica, que ha metastatizado a todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida diaria, no deja ver su final en el horizonte. Los jóvenes aún no propulsados al mercado de trabajo, observan desde su periodo de preparación como la escasez de oportunidades se hace patente. ¿Es hora de desesperar? El futuro tiene una importancia capital para algunos. Otros, en cambio, lo dejan todo al libre albedrío, sin preocuparles un ápice que el destino ha dejado escrito con cruel impronta su devenir profesional, emocional...

Ante esto, no cabe sino buscar aspectos positivos de la vida. Clavos ardiendo a los que agarrarse para que nuestra efímera existencia no se convierta en un valle de lágrimas.

Para sobrellevar el asunto, mi opción no es ninguna de las anteriormente descritas. Es más bien una mezcla entre ambas, esto es, continuar con ahínco los estudios, buscando a la vez otras vías por las que desarrollar aptitudes complementarias para futuro beneficio en la obtención de un empleo, sin que ello suponga caer en una espiral de desesperación que únicamente conduce a divagar sobre lo oscuro que vendrá. Cumplir a rajatabla este precepto sería lo ideal.

Y aunque suene algo maternal, tenemos salud y un techo bajo el que cobijarnos, y eso sigue siendo lo más importante. Además, somos jóvenes, hasta que alguien diga lo contrario.